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martes, 3 de noviembre de 2015

La peste negra, la epidemia más mortífera (III)

Las cifras del horror

La península Ibérica, por ejemplo, pudo haber pasado de seis millones de habitantes a dos o bien dos y medio, con lo que habría perecido entre el 60 y el 65% o de la población. 
Se ha calculado que ésta fue la mortalidad en Navarra, mientras que en Cataluña se situó entre el 50 y el 70%. Más allá de los Pirineos, los datos abundan en la idea de una catástrofe demográfica. 




En Perpiñán fallecieron del 58 al 68 por ciento de notarios y jurisperitos; tasas parecidas afectaron al clero de Inglaterra. La Toscana, una región italiana caracterizada por su dinamismo económico, perdió entre el 50 y el 60 por ciento de la población: Siena y San Gimignano, alrededor del 60 por ciento; Prato y Bolonia algo menos, sobre el 45 por ciento, y Florencia vio como de sus 92.000 habitantes quedaban poco más de 37.000. 
En términos absolutos, los 80 millones de europeos quedaron reducidos a tan sólo 30 entre 1347 y 1353.

Los brotes posteriores de la epidemia cortaron de raíz la recuperación demográfica de Europa, que no se consolidó hasta casi una centuria más tarde, a mediados del siglo XV. Para entonces eran perceptibles los efectos indirectos de aquella catástrofe. Durante los decenios que siguieron a la gran epidemia de 1347-1353 se produjo un notorio incremento de los salarios, a causa de la escasez de trabajadores. Hubo también una fuerte emigración del campo a las ciudades, que recuperaron su dinamismo. En el campo, un parte de los campesinos pobres pudieron acceder a tierras abandonadas, por lo que creció el número de campesinos con propiedades medianas, lo que dio un nuevo impulso a la economía rural. Así, algunos autores sostienen que la mortandad provocada por la peste pudo haber acelerado el arranque del Renacimiento y el inicio de la «modernización» de Europa.


Dottore della peste

En la epidemia de peste que asoló Venecia se produjeron dos hechos totalmente novedosos. Por una parte apareció el “magistrato della sanitá”, que era el encargado de velar por la salud de los ciudadanos, y, por otro lado, se comenzó a utilizar una vestimenta especial para los médicos que atendían a los pacientes.
Se confeccionaron listas con enfermos y personas fallecidas por la peste. De hecho, fue la primera vez que se realizó una estadística médica para constatar la gravedad de la epidemia.

Además, en aquel tiempo se pensaba que la peste se contagiaba por vía aérea y que penetraba en el cuerpo por los poros de la piel. Esta es la razón por la que los médicos utilizaban guantes de cuero, gafas, sombrero de ala ancha y un enorme abrigo de cuero encerado que llegaba hasta los tobillos.Esta indumentaria se completaba con una vara, que utilizaba el médico para apartar a aquellos que se acercaban demasiado. Como complemento utilizaban la conocida máscara con forma de pico de ave.



La máscara es el rasgo más característico del traje que empleaban. La zona del pico era rellenada con plantas aromáticas para mitigar los olores. Además este pico impedía que el doctor se acercase demasiado al aliento del infectado. También esta máscara poseía unos lentes de cristal para salvaguardar los ojos.



También existía la creencia de que la enfermedad la transmitían los pájaros, por lo que la forma de ave de la máscara hacía que se alejaran del que la llevaba. Lo que ellos no sabían, era que los pájaros eran inmunes a ese tipo de bacteria.

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