Aunque el médico corrobore que se trata en efecto de una gripe porcina (gripe A, nueva gripe), no le prescribirá necesariamente un tratamiento farmacológico. En caso de curso leve, el sistema inmunológico es capaz en condiciones normales de combatir por sí solo la enfermedad. Por ello, lo más recomendable es que repose y se quede en casa. De esta forma propiciará el proceso de curación del propio organismo y no contagiará a otras personas.
En ocasiones, por ejemplo, cuando la patología adquiere un curso muy grave, el facultativo le recetará, una vez constatado que se trata de gripe porcina, determinados fármacos antivirales conocidos como inhibidores de la neuraminidasa. Existen dos principios activos: el oseltamivir y el zanamivir. Los inhibidores de la neuraminidasa combaten la causa de la gripe porcina: el virus A/H1N1. Actúan bloqueando una determinada enzima del virus, la neuraminidasa. Puesto que esta enzima es responsable de la liberación de nuevos virus desde las células infectadas del organismo, estos medicamentos detienen de manera efectiva su propagación en el cuerpo.
Sin embargo, no es necesario aprovisionarse de estos fármacos. Aparte del hecho de que son fármacos con receta, solo deben tomarse bajo control médico periódico, ya que la administración de la dosis adecuada es fundamental para que el tratamiento sea efectivo. Una dosis incorrecta y demasiado baja, por ejemplo, puede provocar que los virus del organismo se vuelvan resistentes al medicamento. Tampoco ha de recurrirse a ellos en caso de sospecha o sin que medie un diagnóstico médico. Solo un facultativo está cualificado para valorar si se trata realmente de una gripe porcina. El autodiagnóstico conlleva un elevado riesgo de error, ya que los síntomas de la nueva gripe también pueden estar provocados por otras patologías.
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